El término de frontera puede referirse al límite físico o al límite cultural, social o ideológico en cuyo caso sirve para marcar las diferencias entre “unos” y “otros”.
Atendiendo al sentido físico de la frontera, se ha de entender que su origen se encuentra en la necesidad de protegerse ante lo extraño y lo desconocido, o peligroso, que queda fuera del control del Estado. Todo ello implica la idea de separación.
Sin embrago, el término de frontera he evolucionado a lo largo del tiempo. Como consecuencia su significado puede ser polivalente, y ha de someterse a un análisis espacio-temporal. Por ejemplo, no tiene la misma connotación el término en Europa que en América Latina. Ambos son espacios de masa continental que albergan a un conjunto de países. Pero las relaciones fronterizas entre sus países son muy distintas. Mientras en Europa las fronteras parece que languidecen, en América Latina aun son muy gruesas (impermeables). U otro ejemplo, referido a lo temporal, es la idea de frontera como algo peligroso e infranqueable, imperante hasta finalizada la segunda mitad del siglo XX, contrapuesta a la idea de “desaparición de las fronteras”, idea que cada vez tiene más fuerza puesto que las personas y las mercancías realizan movimientos transfronterizos con mayor facilidad (aunque como se verá a lo largo de este estudio, esta idea no es del todo cierta).
En definitiva, y resumiendo, parece que hoy en día, las fronteras siguen siendo heterogenias, aunque se intenta tender a la homogeneización, y que se cree que la disminución de la amplitud de la frontera (en cuanto a concepción abstracta y física) incrementa el desarrollo económico de los países.
Se ve pues, como según las características de los márgenes de los países se da un mayor o menor progreso evolutivo de éstos.
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